Muy buenos días, estimado amigo lector. Hoy te voy a hablar sobre lo que pienso acerca del estilo con el que hemos aprendiendo a lidiar la vida aquí en Venezuela.

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Viviendo en Venezuela uno tiene tiempo suficiente para pensar en la crisis todo nivel por la que estamos pasando, sin que este tiempo signifique que debamos pasar todo el día con la mente ocupada en callejones que además de no tener salida a muy corto plazo (como quisiéramos) no nos proporcionan la claridad que debemos tener para resolver todos los miles de pequeños y grandes problemas que a diario se nos acumulan.

Y mientras nos paseamos por las calles de estas batallas diarias de repente hacemos un descanso para contemplar cómo los días con sus noches se nos escurren en las horas eternas de la sobrevivencia.

Ah, pero en eso el venezolano se ha vuelto hábil, experto y osado: sobrevivir las 24 horas del día.

Hemos tenido una cultura de luchar por salir ilesos de un sinfín de dificultades que nos convertimos en expertos luchadores, calculadores y estrategas para sacar cuentas, hacer mercado, hacer colas, rendir la comida y todos los productos de limpieza y aseo personal; sin contar lo que hemos aprendido para lavar, conservar la ropa y los zapatos, caminar para ahorrar el pasaje, evitar las salidas por “todo hecho en casa”, hasta “divertirse en casa” y mantenernos sanos de puro milagro.

Pero ha sido esta cultura de sobrevivencia la que nos ha tenido al borde de un estilo de vida en continuo riesgo, porque ya caminamos en la cuerda floja como algo común, sin darnos cuenta de que alguna vez fue diferente y que puede volver a ser diferente.

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Asumimos un estilo de sobrevivencia en play continuo y eso puede ser no sólo perjudicial; sino realmente muy peligroso.

Los venezolanos tenemos tanto tiempo viviendo en esa forma sostenida, que hemos perdido el sentido de lo que es estar relajados, sin defendernos y sin sacar cuentas (y no sólo numéricas)

Vivir en modo sobrevivir te va disminuyendo las ilusiones, te va quitando los sueños, te llena de cansancio y, a algunas personas, de odio. No te deja espacio para la abundancia del carácter, el florecimiento de planes y lo más lamentable es que, si te descuidas más, se te puede convertir en una forma de vida permanente.

Tenemos que aprender a separar las circunstancias que nos han llevado a tomar medidas extremas de vida. Por más difícil, inverosímil, imposible y complicado hay que hacer el ejercicio de superar la nostalgia por todo tiempo pasado fue mejor y emprender el camino de aprender a vivir en abundancia estando en crisis.

Suponiendo la abundancia como forma de pensar que proyecta tus acciones hacia la búsqueda de espacios alternativos posibles. Reencontrarte con pequeños gustos, dar más valor a las relaciones personales, al encuentro con la naturaleza, y realizar actividades que puedas llevar a cabo sin la inversión o una muy poca inversión de dinero.

Pero más allá de eso (dinero), me refiero a conectarte con la vida y con la amplitud del universo, porque están allí recordándote todo el tiempo que tú eres parte de ellos.

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