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Vamos a examinar esto desde nuestro lado, desde esta orilla en que vivimos los mortales comunes y corrientes; los que no somos estrellas del espectáculo farandulero o deportivo como sí lo son Shakira y Piqué. Porque, en seguida, no nos queda más alternativas que preguntarnos: ¿si semejantes ídolos, si personas como ellos que, debido a la actividad que realizan, deben viajar de manera frecuente, tienen dinero suficiente para complacer todos sus antojos, cuentan con un sinfín de fanáticos que aplauden todo lo que hacen y que vieron nacer dos hijos de ese amor que se juraban… si ellos se empantanan en la monotonía, qué quedará, entonces, para los demás?

Sabemos que existen infinidades de parejas en el mundo que no cuentan, ni jamás dispondrán en toda su vida, de una ínfima parte de las posibilidades que ostentan el futbolista y la cantante (y no hablo solo de los bienes materiales), sin embargo, viven felices hasta el final de sus vidas, demostrando las virtudes de sus sentimientos y sin detenerse a pensar que la monotonía puede terminar con su relación. La rutina es inevitable que se haga presente en ciertos momentos, pero si amamos a ese ser que se encuentra a nuestro lado, debemos enfrentarla y superarla para continuar adelante.

Decir que la monotonía terminó con una relación que se suponía consolidada sirve apenas como una endeble justificación para ese hecho o como leitmotiv de una canción que tenía el éxito asegurado, pero deja sin explicaciones las razones profundas y verdaderas que provocaron la separación. Los seres humanos, por supuesto, actuamos de acuerdo con las circunstancias que se nos atraviesan en el camino, sin embargo, esas eventualidades no pueden convertirse en excusas para llevar a cabo acciones que ofenden o lesionan física o moralmente a nuestra pareja.

La solución para ciertas adversidades que obstaculizan la plenitud de una relación no puede ser un acto tan irrespetuoso como la infidelidad, como sucedió en este caso tan publicitado. La persona que, ante cualquier contingencia, desemboca en esta alternativa, estaba buscando, con toda seguridad, cualquier pretexto para darle rienda suelta a tan inapropiada conducta.

Son individuos que jamás conciben el amor como un estado de gracia que se debe alcanzar proyectando en ese otro ser todo lo hermoso que nace del alma enamorada, que se cultiva, se disfruta y que también se padece; para ellos, el amor es solo una búsqueda constante de emociones y placeres, de estímulos siempre nuevos que deben experimentarse en donde sea que lo encuentren. Quien actúa de este modo es muy difícil que cambie su proceder, sin embargo, he sido testigo de algunos hombres, amigos muy cercanos, que han renunciado a esa forma de vida para dedicarse con sincera pasión a su pareja.

Ahora bien, la persona que es víctima de una infidelidad tiene dos opciones: Perdonar o terminar con la relación. La primera, desde mi punto de vista, no parece ser la más adecuada. La convivencia con alguien que ya se atrevió a engañarnos siempre estará salpicada por las persistentes manchas de la duda; cualquier síntoma de que vuelva a ocurrir el acto infiel se convierte en un martirio que atenta contra la felicidad. La pérdida de la confianza acecha la estabilidad, por lo tanto, lo mejor es la separación definitiva.

La ruptura, por supuesto, es dolorosa cuando se quiere con sincera pasión a esa persona de la que nos distanciamos. Sin embargo, hay que enfrentarla con entereza, tomando en cuenta que el mundo no se nos acaba por causa de un tropiezo sentimental. Es en ese momento en que necesitamos desplegar todas nuestras cualidades creadoras, que nos refugiamos en los verdaderos amigos, que tomamos conciencia del sufrimiento para decretarle que, en algún momento, debe desaparecer porque necesitamos continuar nuestra vida acompañada de esos sueños que nunca han caducado.

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_{Invito a los amigos @blessedlife y @mariami a participar en esta convocatoria.}