Como ya sabemos, mente y cuerpo pueden influenciarse uno al otro. El modo en que uno piensa puede afectar al modo en que uno siente y también el modo en que uno reacciona. Lo contrario es igualmente cierto. Sin embargo, la relación entre estos dos excluye a los aspectos conscientes o superficiales de la personalidad y se evidencia en un grado más profundo: al nivel inconsciente, de modo que tanto pensamiento como sentimiento están condicionados por factores energéticos.

Estos procesos energéticos del cuerpo se relacionan también con el estado de salud o bienestar del individuo, pues cuanto más vivo esté uno, más energía tendrá, y viceversa. A lo largo de la vida ocurren situaciones que ocasionan tensiones o rigidez crónicas que a su vez disminuyen nuestra viveza y menguan nuestra energía. Al nacer contamos con un organismo lleno de energía que fluye armoniosamente y nos hace sentirnos vivos; por el contrario, al fallecer la rigidez es total y la energía no fluye. Cuando envejecemos vamos perdiendo poco a poco la energía y esto es algo que no podemos evitar; pero si podemos evitar o disminuir es la rigidez originada por tensiones musculares crónicas que surgen de conflictos emocionales no resueltos en el pasado.